Historia de la Climatología


Definición e historia de la climatología histórica

La climatología histórica es la especialidad paleo climática que obtiene la información para sus interpretaciones climáticas exclusivamente de fuentes documentales históricas. Ello comporta la búsqueda en los patrimonios documentales conservados de aquellas fuentes y series documentales que contengan unos niveles óptimos tanto en cantidad como en calidad de información climática contenida.
Suele plantearse como la primera gran dificultad en la investigación en climatología histórica el hecho de que en gran número de documentos manuscritos conservados puede existir algún tipo de información meteorológica o climática. Esta peculiaridad exige que de forma previa a la recopilación de datos se planteen una serie de criterios de selección de fuentes a consultar. Por razones obvias, la selección de las fuentes documentales debe encaminarse hacia la identificación de aquellas fuentes de mayor fiabilidad y que ofrezcan las mayores posibilidades de contener información potencialmente útil para los análisis climáticos. La selección y tratamiento de la información hasta obtener datos numéricos de carácter climático es una de las fases más peculiares de la investigación, al pasar de informaciones cualitativas a datos numéricos. Su análisis posterior, tratamiento estadístico y representación gráfica apenas difiere de los trabajos realizados en climatología basada en fuentes instrumentales.
Un primer interés científico por la información climática contenida en la documentación histórica aparece ya durante la Ilustración, motor de innumerables iniciativas científicas y técnicas. Por ejemplo, el esfuerzo de las autoridades españolas por recabar noticias y datos sobre las condiciones climáticas anuales y su incidencia en las producción agraria, coordinado por Campomanes a partir del año 1784 y que se prolongó durante 15 años (García de Pedraza y Giménez de la Cuadra, 1985). Durante el siglo XIX, ya se experimentaron realizaciones concretas de notable interés. Dentro de las corrientes de pensamiento positivista, se emprendieron dos líneas de actuación: por un lado, se realizaron transcipciones y ediciones de grandes repertorios de documentación a escala estatal, con lo que ello representaba de facilidad y comodidad de acceso a la información contenida en documentos históricos. Por otro lado, se iniciaron ya recopilaciones de determinados episodios meteorológicos extremos en países del norte de Europa. La irrupción del determinismo entre los siglos XIX y XX en Geografía e Historia no interrumpió las primeras iniciativas recopiladoras, pero aplicó planteamientos ciertamente arriesgados. Considerando el entonces todavía limitado conjunto de datos disponibles en climatología histórica, se hizo un uso poco riguroso de los primeros resultados de la investigación. Los autores deterministas emplearon el clima como elemento explicativo de casi todos los hechos históricos ocurridos en los últimos siglos. El efecto en la comunidad científica fue claramente contraproducente. Se generó un amplio rechazo que indirectamente dejaría la climatología histórica apartada de la investigación y la Universidad durante más de 50 años.
La segunda mitad del siglo XX ha experimentado el impulso definitivo a la especialidad. La corriente de pensamiento neopositivista, con la introducción de métodos y técnicas de análisis eminentemente cuantitativos, dio a la climatología histórica las herramientas con que poder explotar la información ambiental contenida en los archivos históricos sin las servidumbres de un análisis histórico forzado, sino simplemente desarrollando una historia del clima: la caracterización de la variabilidad natural del clima a escala histórica. Son numerosos ya los ejemplos de iniciativas e investigaciones desarrolladas en esta línea desde los años 60. Serían destacables entre ellas las propuestas metodológicas de selección rigurosa de las fuentes documentales (Alexandre, 1977, 1987) y los criterios para establecer series de datos para su posterior análisis e interpretación (Le Roy, 1967).
Definitivamente, el ambiente volvía a ser propicio para el desarrollo de una investigación sistemática y continuada en fondos documentales. Entre los científicos que dieron los primeros pasos, destaca por su incansable actividad y gran producción bibliográfica H.H. Lamb, recientemente desaparecido (Lamb, 1972, 1977, 1982, 1988).
Durante las décadas de los años 1980 y 1990 se ha experimentado un notable impulso cualitativo y cuantitativo. El desarrollo de estudios a escala regional es la manifestación de esta capacidad o potencial climático de las fuentes documentales históricas (Grove, 1988; Pfister, 1988; Pfister, 1989; Glaser y Walsh, 1991; Bradley y Jones, 1992; Brázdil y Kotyza, 1995, 1996, 1999).
El desarrollo de los medios informáticos ha permitido no sólo la realización de investigaciones a escalas modestas, sino la acumulación toda la información procedente de diferentes investigaciones, su concentración y tratamiento hasta disponer de un fondo de datos homogéneos dispuestos para la generación de interpretaciones climáticas a diferentes escalas espaciales y temporales. La posibilidad de estudiar la dinámica climática del último milenio en el continente europeo a diferentes resoluciones espaciales y temporales empieza a ser una realidad. El profesor Christian Pfister, desde el Departamento de Historia Ambiental de la Universidad de Berna, ha conseguido crear un fondo informatizado de datos climáticos históricos de este tipo (EURO-CLIMHIST).
La disponibilidad de datos en detalle permite incluso el estudio de riesgos climáticos a escala plurisecular, reconstruyendo los impactos producidos y las situaciones sinópticas generadoras de cada uno de los eventos (Pfister, 1999).
Breve historia de la especialidad en España
La climatología histórica tiene en España un desarrollo similar o paralelo al europeo en cuanto a etapas de desarrollo de diferentes planteamientos o actividades investigadoras. Sin embargo, las iniciativas emprendidas han padecido, en general, el problema de la falta de continuidad. Las personas e instituciones implicadas en la investigación han sido escasas, por lo que el grado de colaboración o integración de resultados ha sido, incluso hasta la actualidad, mínimo.
Durante la Ilustración, hubo ya alguna iniciativa que podría considerarse ya en el campo de la climatología histórica. El interés de las autoridades de la monarquía borbónica por recopilar información sobre el desarrollo de las cosechas, epidemias, y otras características ambientales a una escala municipal iba en este sentido. El objetivo final de estas actitudes, plasmadas en leyes y ordenanzas de escaso seguimiento, no era otro que el control y gestión de los recursos agrarios y demográficos del país.
El primer científico con planteamientos específicos de climatólogo histórico fue el médico y físico castellano Manuel Rico Sinobas. En las décadas centrales del siglo XIX, Rico Sinobas realizó investigación climática en diferentes líneas de trabajo. Destacó en la observación meteorológica y especialmente en la conservación, transcripción y tratamiento de estos registros instrumentales cuando aún no se habían iniciado las observaciones sistemáticas coordinadas por un organismo estatal específico (Barriendos et al., 1997)
Pero cabe a Rico Sinobas además el honor de haber sido el primer científico español que planteó la necesidad y posibilidad de generar un fichero centralizado donde recoger todas las informaciones climáticas y meteorológicas que se pudieran obtener en registros documentales antiguos. Sólo con este paso previo, el propio investigador veía posible acumular suficiente información para poder hacer investigación paleoclimáticas desde fuentes documentales. Su iniciativa no tuvo continuidad y la carpeta donde introdujo las primeras fichas con datos rellenadas por él mismo permanecen conservadas en el Archivo de la Real Academia Nacional de Medicina de Madrid (ARANMM, Manuel Rico Sinobas, c.1850).
Los materiales recopilados por Rico Sinobas abarcan incluso la elaboración de series fenológicas (precios y producciones de cereales y vino) de diferentes poblaciones españolas e incluso las primeras relaciones de episodios meteorológicos extremos, como series de inundaciones ordenadas por cuencas hidrográficas.
El siglo XIX concluye con otra iniciativa aislada, promovida por el ingeniero de minas Horacio Bentabol. En diferentes viajes profesionales, Horacio Bentabol tuvo oportunidad de visitar archivos históricos y recopilar una abundante cantidad de informaciones climáticas, especialmente comportamientos hídricos extremos (grandes sequías e inundaciones). Con este material realizó una publicación de carácter recopilatorio en la que aún no se llegaban a realizar interpretaciones climáticas a pesar de disponer de una importante cantidad de datos (Bentabol, 1900).
Estos primeros esfuerzos por un desarrollo de la especialidad convivieron en las primeras décadas del siglo XX con la irrupción conceptual del determinismo. Es España, con una larga historia llena de avatares de muy diversa índole, resultaba realmente atractivo desarrollar el discurso determinista poniendo en relación esta historia con diferentes hechos climáticos del pasado de los que se empezaba a tener conocimiento aunque muy incompleto tanto en las dimensiones espaciales como temporales. Un ejemplo paradigmático aunque algo tardío en nuestro ámbito cultural sería la producción de Ignacio Olagüe (Olagüe, 1950-1951).
La segunda mitad del siglo XX representa también en España un salto cualitativo al introducirse planteamientos metodológicos cuantitativos y acercar de nuevo la climatología histórica al nivel de la ciencia universitaria. Se trata de un periodo de transición representado por la figura de José María Fontana Tarrats, cuya actividad oficial le permitió desarrollar su afición por la paleoclimatología y acceder a numerosos fondos documentales de diversas regiones españolas. Este investigador fue consciente de las enormes proporciones del patrimonio documental de los diferentes reinos de la antigua Monarquía Hispánica, su gran potencial paleoclimático, pero también del costoso esfuerzo material y humano que representaría la recopilación de aquella información. Su labor básica fue, en consecuencia, la identificación y caracterización de diferentes fuentes documentales, así como el volcado de sus primeras relaciones de datos en unas monografías regionales mecanoscritas, algunas de cuyas copias se conservan en diferentes bibliotecas universitarias y en la Biblioteca del Instituto Nacional de Meteorología en Madrid. Los trabajos se extendieron a Galicia, ambas Castillas, Andalucía, Valencia, Murcia, Baleares y Cataluña (Fontana, 1971-1977; Id., 1976a; Id., 1976b; Id. 1977; Id., 1978; Id. et al. 1974-75). La labor llevada a cabo durante años por Fontana Tarrats era sólo una aproximación a la espera de que nuevos medios técnicos permitieran acceder a la información y tratarla con rapidez y efectividad.
Las referencias o líneas maestras ya estaban trazadas cuando finalmente la especialidad fue considerada por algunos miembros de la comunidad universitaria. Después de un primer acercamiento metodológico al posible potencial de las rogativas por motivaciones ambientales, apuntado por el Dr. Emili Giralt para el caso de Barcelona (Giralt, 1958). Posteriormente, se hicieron algunos trabajos de aproximación al tema (Viñas, 1975; Id., 1976). Incluso se plantearon ya trabajos de síntesis, como la obra de Inocencio Font Tullot, que combina los resultados de la investigación más avanzada de grupos europeos o americanos con los fondos de datos recopilados por Fontana Tarrats (Font Tullot, 1988).
Los primeros trabajos completos realizados desde la Universidad no llegan de hecho hasta la década de 1980. Se trata de estudios que seleccionan unas fuentes documentales, se realiza su consulta sistemática y se analizan los datos recogidos para realizar unas primeras interpretaciones climáticas (Albentosa, 1981-1982; Alvarez, 1986).
Sólo a partir de 1990 se llevan a cabo y culminan investigaciones defendidas como tesis doctorales (Barriendos, 1994; Rodrigo, 1994), el primer caso para tratar el clima en Cataluña entre los siglos XV y XIX, y el segundo para Andalucía en los siglos XVI y XVII.
Se llega así a la situación presente, en la que los grupos que realizan investigación son pocos pero su nivel de trabajo y de integración con diferentes equipos europeos de la especialidad empieza a ofrecer resultados óptimos (Barriendos, 1997; Barriendos y Martín Vide, 1998; Martín Vide y Barriendos, 1995; Rodrigo et al., 1994; Rodrigo et al., 1995).
Sin embargo, el potencial de la especialidad aún es amplísimo y hace que la documentación consultable a efectos paleoclimáticos sea ingente. La investigación desarrollada hasta el presente representa la consulta de aproximadamente el 2 por ciento de los fondos documentales que cabría consultar, atendiendo sólo fuentes administrativas en grandes ciudades.
Por otra parte, el patrimonio documental conservado en los diferentes países americanos permanece todavía prácticamente inexplorado a efectos climáticos. Se han realizado ya investigaciones y aproximaciones a la documentación existente, pero han generado todavía escasas series de datos como para permitir análisis climáticos conjuntos. Casualmente, existen dos líneas de trabajo abiertas, cada una en un hemisferio diferente. Existen trabajos en Argentina protagonizados por la Dra. Prieto (Prieto, 1985; Id., 1994; Prieto et al., 1991; Prieto et al., 1992) y en México DF por Gustavo Garza, coordinado desde el Grupo de Climatología de la Universidad de Barcelona (Garza y Barriendos, 1998).
 
El sistema de trabajo en climatología histórica
Las diferentes pautas de trabajo o métodos aplicables en climatología histórica tienen la servidumbre de tener que amoldarse a las disponibilidades o riqueza de detalle que proporcionan las fuentes documentales a consultar en cada punto de observacion o sector bajo estudio. Sin embargo, dentro de los antiguos reinos de la Monarquía Hispánica, es importante destacar el alto grado de homogeneidad que se produce a efectos documentales por cuanto estaban todos ellos sometidos a un mismo sistema administrativo. No sólo se dispone de unos documentos formalmente similares (idioma, tipo de letra, etc.) sino que además los contenidos se generaban bajo unos patrones o criterios prácticamente idénticos.
Otro aspecto metodológico general del patrimonio documental son sus dimensiones inabarcables. A sabiendas de que en cualquier documento puede encontrarse alguna referencia a un fenómeno meteorológico o una circunstancia climática, las magnitudes de este patrimonio obligan a generar, ante todo, estrictos criterios de selección de las fuentes a consultar. De otro modo, las fases de recopilación de datos prácticamente no tendrían fin.
Con estos planteamientos, y debido a las fases iniciales en que aún se encuentra la climatología histórica en España, es fácil suponer que el sistema de trabajo en esta especialidad presenta una distribución de esfuerzo o dedicación temporal en el que las fases de recopilación de datos ocupan un alto porcentaje (>80%), mientras que el tratamiento y análisis de los datos se ve favorecido por los medios informáticos actualmente disponibles (<10%) y la elaboración e interpretación de resultados tampoco ocupa una proporción importante (<10%).
Tipos de fuentes o fondos documentales de interés para la climatología

Los fondos documentales pueden organizarse o tipificarse según el objetivo con que han sido generados: el por qué. Así, puede hablarse de documentos de diferente finalidad:
- Finalidad notarial
- Finalidad judicial
- Finalidad fiscal
- Finalidad administrativa
- Finalidad económica
- Finalidad militar
- Finalidad privada
Pero esta clasificación extensiva o global poco aporta en el esfuerzo por delimitar fuentes para la climatología histórica.
Atendiendo a las instituciones y personas que generan documentación (el quién), pueden ya empezarse a perfilar los fondos interesantes y descartarse los menos útiles:
- El Estado o la Corona: tienen las atribuciones de alta política, diplomacia y alta justicia.
- Señores y propietarios. Personas o instituciones propias del ámbito rural, vinculadas a la actividad agraria. Pueden ser útiles aquellos linajes o familias que conserven documentación administrativa y fiscal de sus explotaciones.
- Ayuntamientos: Entidades de gobierno local con tan alto grado de atribuciones y responsabilidades que en su documentación administrativa puede encontrarse hasta el más mínimo detalle de la vida cotidiana de un pueblo o ciudad, así como todos aquellos fenómenos o circunstancias que alteraran esa relativa normalidad.
- Gremios: asociaciones profesionales cuya documentación puede ser útil en el caso de gremios vinculados a la gestión de los recursos hídricos o a la agricultura.
- Hospitales: instituciones con una amplia autonomía dedicados a la asistencia sanitaria. Interesantes para demografía histórica y estudios de epidemiología.
- La Iglesia. Sus atribuciones, privilegios y poder económico la hacían actuar como un Estado dentro del Estado. Ello se refleja en la documentación de monasterios y capítulos catedralicios, muy rica y variada.
- Empresas. Documentación sobre la actividad de las empresas puede ofrecer sorpresas como, por ejemplo, cuadernos de bitácora en empresas navieras o mercantiles. Su presencia sólo es habitual desde el siglo XVIII.
- Profesiones liberales. La capacidad intelectual de este colectivo les convierten en una de las mejores fuentes de documentación de origen privado, como dietarios, libros de memorias o de hechos memorables.
- Militares y viajeros. En ambos casos, la presencia en el territorio por campañas militares o viajes de negocios permite generar documentos con observaciones meteorológicas frecuentes e interesantes. Sólo se plantea el problema de que los datos generados en los desplazamientos obviamente no corresponden a observaciones en puntos fijos.
- Científicos. por el nivel cultural y por la actividad, constituyen una de las mejores fuentes documentales, con frecuentes e importantes anotaciones sobre meteorología y climatología, tanto en viajes científicos como en observación estática.
Tipos de series documentales de utilidad directa en climatología
La climatología histórica ha establecido por experiencia propia aquellos fondos documentales que, cumpliendo unos mínimos criterios de calidad, ofrecen la información meteorológica y climática que permiten alcanzar sus objetivos científicos. Hasta el presente, la síntesis de los tipos de documentos empleados de forma común en climatología histórica son los siguientes (Pfister, 1988):
- Sagas y leyendas
- Crónicas, anales y dietarios
- Actas municipales y documentación administrativa
- Libros de contabilidad de explotaciones agrarias
- Documentos personales con observaciones esporádicas o intermitentes
- Dietarios meteorológicos cualitativos
- Observaciones meteorológicas instrumentales
En la aplicación de esta experiencia en el caso español, el tipo de fuentes a emplear quedan sensiblemente limitadas por diferentes motivos. Las observaciones meteorológicas instrumentales son recientes. Además, un número muy escaso de ellas se retrotrae más allá de mediados del siglo XIX en España y su recopilación y tratamiento aún están en curso en diferentes proyectos de investigación (Barriendos et al., 1997).
Los dietarios con registros meteorológicos cualitativos son una fuente de la que hay pocas referencias en España. En Europa, en cambio, profesores de numerosas Universidades, básicamente astrónomos, iniciaron este tipo de registros entre los siglos XV y XVI hasta enlazar con los registros instrumentales. Su recopilación también es una prometedora linea de investigación todavía abierta.
Las sagas y leyendas son una fuente de carácter literario, cuyos contenidos útiles están en función de la sensibilidad ambiental del autor. Algunas obras literarias medievales y modernas españolas podrían aportar alguna información útil, así como las representaciones pictóricas, pero es una línea de investigación no abierta hasta el momento.
Respecto a las observaciones o informaciones esporádicas que pueden aparecer en cualquier documento, parece que puede descartarse cualquier investigación en este sentido, no por su falta de interés, sino por el esfuerzo material y temporal necesario para afrontarla.
En definitiva, quedan tres posibles fuentes cuyo interés climático es real y comprobado:
- Los libros de contabilidad de explotaciones agrarias, tanto señoriales, como privadas o eclesiásticas (monasterios). Se trata de una línea de investigación no abierta pero con fondos documentales bien localizados y de indudable interés.
- Crónicas, dietarios, libros de memorias. Se trata de una fuente documental de gran densidad de información de tipo ambiental, pero desafortunadamente no se encuentran tantos documentos de este tipo como sería de esperar en ciudades de historia tan dilatada como las españolas.
- Actas municipales y documentación administrativa. Los libros de actas con los acuerdos o resoluciones de los órganos de gobierno municipales (consejos) y eclesiásticos (capítulos catedralicios) tienen como aspecto positivo el registro sistemático de todos aquellos sucesos o circunstancias que alteraban la vida cotidiana en ámbitos locales, tanto por factores humanos como naturales. Pueden encontrarse en esta documentación administrativa desde las descripciones de episodios meteorológicos extremos, con relaciones detalladas de daños y destrucciones de infraestructuras, hasta actividades cotidianas perfectamente reguladas y documentadas, como el comercio de la nieve (Capel, 1982).

Historia de la Climatología Historia de la Climatología Reviewed by Belinda Castillo on 8:19 p.m. Rating: 5

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